Laudato Si es posible

Con la última charla de ayer, “Espacios y experiencias de salvación comunitarias”,  Mons. Gustavo Carrara y el Padre Pedro Bayá Casal cerraron el ciclo de conferencias de la Familia Grande Hogar de Cristo sobre la encíclica papal Laudato Si.

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Mons. Gustavo Carrara y el P. Pedro Bayá Casal.

En la sede de Cáritas en la calle Balcarce finalizó el martes 3 de diciembre el ciclo de charlas Laudato Si, organizado por Pablo Vidal y Gustavo Carrara. La primera conferencia del 13 de agosto, “El grito de la tierra y el grito de los pobres”, estuvo a cargo del Padre Enrique Bianchi.

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El P. Enrique Bianchi realizó una introducción al contenido de Laudato Si.

No existen dos crisis separadas, una ambiental y una social. Laudato Si habla de una sola crisis, porque toda la vida del planeta está profundamente unida. Y propone una solución integral para resolver al unísono la pobreza y cuidar la naturaleza. Por eso el grito de la tierra es el grito de los pobres, porque está todo unido. El pobre es el primero en pagar los platos rotos de la crisis ambiental: las inundaciones, las sequías, en los asentamientos del Riachuelo les detectaron a los niños un nivel de plomo en sangre  5 veces superior al admisible”, sostuvo.

En diálogo con el auditorio, definió: “El hombre es tierra que anda, decía Atahualpa Yupanqui. El América  los pueblos tienen una relación profunda con la tierra. En ellos encontramos una reserva de sabiduría respecto al cuidado de la casa común. Bolivia fue el único lugar en el que fracasó Mc Donalds».

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En el segundo encuentro, el 3 de septiembre, el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina Mons. Oscar Ojea realizó una reseña sobre el autor del Cántico de las Creaturas -San Francisco de Asís-, cuyos versos de alabanza abren la encíclica, en el inicio de su charla “Laudato Si y el Sínodo de la Amazonía” 

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Ojea dió su conferencia días antes de su participación en el Sínodo de la Amazonia -que se realizó en Roma del  del 6 al 27 de octubre bajo el lema “Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”-.

 Ojea se refirió a la violencia ejercida contra la naturaleza y contra los demás:  «Pienso que la violencia nace en el miedo de que el otro me pueda aniquilar. Es una sombra de desconfianza que yo proyecto, de desconfianza hacia el otro con quien comparto la vida. Caín no puede entender que el hecho de que a Abel le vaya bien no es una amenaza para su futuro. No pienses que el otro es tu competencia que te aniquila. Cuando es así aparece la violencia”.

También se refirió a la depredación cultural: “La globalización amenaza  las raíces culturales de los pueblos, que también hace al equilibrio de la biodiversidad, con riquezas complementarias entre culturas. El hombre se ha convertido el déspota de la tierra y ha abandonado su rol de administrador. Laudato Si es un llamado a la responsabilidad humana respecto a la naturaleza». 

Luego dió una clase magistral sobre lo que significa el cuidado en el marco de la Economía Integral que propone Laudato Si. “El modo de ser constitutivo de hombres y mujeres es es una dimensión de la existencia el cuidado, el respeto, la atención, la ternura. San Francisco de Asís quiere enseñarnos la verdadera humildad. Y el cuidado es la suprema humildad, que da alegría. La economía integral requiere de una espiritualidad que tiene que ver con la pobreza, y aprender a transmitir esta experiencia del cuidado».

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El 2 de octubre, en la conferencia de Martha Arriola conocimos las acciones concretas de los “Cuidadores de la Casa Común” que generan trabajo digno sustentable y rentable para jóvenes en situación de exclusión y vulnerabilidad, poniendo en práctica los parámetros de Laudato Si. Muy importante esta conferencia en la que se demuestra que Laudato Si es posible de hacerse realidad como salida al fracaso global del capitalismo y la crisis mundial del trabajo.

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Jóvenes «Cuidadores de la Casa Común» comparten sus experiencias de trabajo digno y sustentable, junto a Martha Arriola.

 

Cuidadores de la Casa común se basa en Laudato Si 49. «Dice Francisco que este sistema económico mata. Y habla de la cultura del descarte en contraposición a la cultura del encuentro. Hace una propuesta revolucionaria. Convoca a impulsar un nuevo pacto económico».

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En la conferencia de la Dra. Emilce Cuda Laudato Si y el pueblo pobre trabajador», surgió el rol central del trabajo como creador del orden social y la realización humana. En la urgencia por revertir el actual des-orden económico mundial la Dra. Cuda convocó a que la política sea política y no sea mezclada con lo religioso. “En general el #trabajo está asociado a que me paguen poco y que no me guste, y a pasarla mal. Pero no es así. El «sudor de la frente» bíblico no significa explotación laboral. El trabajo tiene que ver con el modo en que el ser humano expresa su co creación con Dios. Es el único modo en que puedo ser imagen y semejanza de Dios, y ser reconocido por el otro. Esto es el amor, ser reconocido. El reconocimiento y el pago justo es trabajo digno”.

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La Dra. Emilce Cuda en diálogo con el auditorio, desestimó que los avances tecnológicos vayan en detrimento del trabajo: «Según un informe de la OIT, el desarrollo tecnológico permite que surjan nuevos puestos de trabajo. Las máquinas no reemplazan el trabajo humano. La cuestión es cambiar el sistema de redistribución de la riqueza».

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En el cierre del itinerario, “Espacios y experiencias de salvación comunitaria”, Mons. Gustavo Carrara -vicario episcopal para las villas de Buenos Aires y GBA- expuso el horizonte de comprensión sobre el cual se levantaron, hace 11 años, los Hogares de Cristo.

Resumen de las palabras de Mons. Gustavo Carrara:

“Aún en las villas y lugares con precariedad el amor puede más y se generan espacios de salvación comunitaria. 

En Laudato Si el Papa no está hablando de ideas ni de propósitos sino de experiencias que se viven y conviven en los más pobres, de las cuales él fue testigo. Cuando Francisco era provincial de los jesuitas en San Miguel, su trabajo pastoral en las barriadas ha sido muy grande y ha generado estas experiencias y espacios de salvación comunitarias junto con sus compañeros jesuitas.

Hablamos de experiencias concretas y de salvación. De salvación en el sentido de muerte y resurrección. Son experiencias en las que se ve la acción del Espíritu Santo que suscita vida adonde parece a primera vista solo haber muerte. De alguna manera es traer esa salvación a la historia concreta de muchas personas.

Y lo comunitario: este caminar juntos de los más pequeños y pobres, de descubrir que solos no se puede, y entonces se camina juntos y se apunta a lo esencial. Esto es hacer cultura. Cultura es todo lo que un hombre y una mujer en un pueblo hacen juntos para escaparle a la muerte optando por la vida y por la libertad. Y entonces se dan estas experiencias de salvación comunitaria en la historia.

Este concepto queremos desarrollar hoy: la fe que se hace historia, la fe que tiene encarnadura, la fe que se hace cultura y por consiguiente se hace estilo de vida en un pueblo.

En las villas y barrios populares nosotros vemos la piedad popular, la espiritualidad popular especialmente en los santuarios, y esta mística popular  tiene una gran dimensión comunitaria.

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Villa Soldati. Fiesta de San Juan en el Barrio La Esperanza.

Cuando los pequeños y pobres visitan un santuario llevan una oración bien concreta que se motiva en la vida: el pan y el trabajo, la salud, los nudos imposibles de desatar, las causas urgentes que no pueden esperar. Es una oración bien concreta que se motiva en la vida y que va a ser rezada con cariño e ilusión frente a la sagrada imagen de Jesús, la Virgen o un determinado santo que se descubre como el oído de Dios ante esa necesidad tan concreta. Pero no es una oración individualista, cerrada en sí misma, sino que es una oración abierta al otro. Al santuario se va sobretodo para pedir por el familiar, el amigo, el vecino, el barrio, la nación. Se va a pedir y a agradecer más por otros que por uno mismo.

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Altar dentro de una casa en el Barrio La Esperanza, en la Fiesta de San Juan.

Esta fe que se ve en los santuarios -Luján, San Cayetano, San Expedito- también se vive en los barrios y es una fe inculturada que se traduce muchas veces en experiencias de salvación comunitaria. Es ese amor experimentado, ese amor de Cristo que me ama y que me salva que se traduce en la preocupación por el otro y el deseo de comunidad, de trabajar con otros, de hacer con otros. En el Kerigma, el anuncio de Cristo muerto y resucitado necesariamente pide la preocupación por el otro y la vida comunitaria.

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Hogar de Cristo San Expedito, Villa Soldati. Nancy cocinando para los chiquitos del Espacio de Primera Infancia Mons. Enrique Angelelli.

Estos espacios de salvación comunitaria se dan en contextos muy adversos y hay que tener la capacidad de verlos. Como por ejemplo cuando, frente al hambre y al no tener para los hijos, las madres que son capaces de no comer para que sus hijos coman se juntan y organizan un comedor comunitario en el pasillo de la villa. Y quizá después, pasada la dificultad ese lugar puede transformarse en un espacio de apoyo escolar, de juegoteca, o a lo  necesario para seguir acompañando esa vida de sus hijos.

Si uno sabe leer cristianamente ve allí un espacio de salvación comunitaria, vemos allí encarnada la preocupación por el otro y la vida comunitaria. No estamos hablando de grandes cosas a los ojos del mundo, sino de pequeños gestos con gran amor.

Cuando hablamos de una fe inculturada hablamos de una fe que obra por la caridad. Quiero insistir con esto: el amor es más fuerte. Muchas personas en estas condiciones son capaces de tejer lazos de pertenencia y de convivencia que convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria.

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Niñas y niños del Asentamiento la Veredita.

¿Y cómo surgen estos barrios precarios y villas en torno a las grandes ciudades? Hoy en la Argentina, según relevamientos recientes realizados por los barrios populares, hay en el país unos 4.480 y pico de villas. En todas las grandes ciudades se formaron estos barrios por un deseo que puso en movimiento a miles de mujeres y de hombres: el deseo de progresar, de vivir mejor, de luchar por brindarles un futuro mejor a los hijos. De alguna manera las personas que hoy viven en los barrios vienen del interior de la Argentina y de países hermanos que han sufrido una especie de autodestierro porque no se quisieron ir de turistas del país de donde vienen, sino porque no les quedaba otra, no había trabajo para llevar el pan a la mesa, no había posibilidad de educar a los hijos ni de cuidar la salud, y como dice la sabiduría popular: cuando falta la salud falta todo. Ese deseo de querer vivir mejor y progresar ha puesto en marcha a miles de mujeres y hombres. Y si uno se toma el tiempo para escuchar de corazón ve como esas personas tienen una historia de dolor y sufrimiento detrás. Dicen: “pensé que acá iba a estar mejor pero estoy más o menos pero ya no vuelvo, no puedo volver atrás”. 

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Voluntarios de Ingeniería sin Fronteras y vecinos de Villa Soldati ampliando el Hogar de Cristo San Juan Pablo II.

Y en perspectiva histórica los grandes urbanizadores de las villas han sido los vecinos que han levantado barrios obreros de basurales o lagunas.

Las familias de las villas son hijas de la cultura popular latinoamericana. Cultura viene de agri-cultura, de aquello que hace crecer. Ese optar por la vida y por la libertad suscita estos espacios de salvación comunitaria. Por eso para terminar, hay espacios que surgen en torno a las parroquias, que ponen con claro protagonismo a los más pobres, y eso es lo más lindo. Porque aquellos que se empiezan a acompañar no son asistidos de una comunidad sino que el horizonte es que son el corazón de la comunidad, ser protagonistas de esa vida de comunidad. Ese es el horizonte. Y el criterio de discernimiento acerca de otros espacios de salvación comunitaria es que no necesariamente tengan una pertenencia confesional explícita, pero hay signo de que lo son cuando los más pequeños y pobres están en el corazón de esos proyectos y son protagonistas de esos proyectos. Al decir del Papa Francisco los pobres ya no esperan, sino que se organizan, luchan, estudian, trabajan y al no tener trabajo a veces se inventan el trabajo para de algún modo escaparle a la muerte, porque trabajar en el fondo es eso: es querer vivir con dignidad y es escaparle a todo lo que tiene sabor a muerte.

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Pablo Vidal -referente de Cáritas en los Hogares de Cristo- y el Padre Gustavo, en el cierre del ciclo de charlas Laudato Si.

Entonces desde nuestra experiencia de la Familia Grande del Hogar de Cristo que surge en el contexto de las villas, y hay una historia previa de vecinas y vecinos que muestran un modo de ser Iglesia también, que van modelando a la Iglesia en las villas. No es que la Iglesia de alguna manera le hace lugar a las villas, sino que son los vecinos y vecinas los que le hacen un lugar a la Iglesia y configuran el rostro de una Iglesia que en un determinado momento suscita un espacio de salvación comunitaria como puede ser la Familia Grande del Hogar de Cristo».  

 

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Palabras del Padre Pedro

«Los últimos capítulos de la Encíclica Laudato Si son la propuesta de un cambio que tiene que ver con la educación, el amor cívico y con los valores. Y uno diría ¿qué tiene que ver la propuesta educativa en una encíclica sobre el medio ambiente? Y es porque le Papa descubre que no solo el mundo está contaminado, sino nuestro interior y nuestros vínculos, y eso requiere también de un cuidado especial para que no se siga contaminando.

¿Y qué es lo que contamina y destruye el mundo espiritual de valores? Es lo mismo que contamina al mundo de la economía: el consumo, el individualismo, la lógica del mercado, y no estamos tan escindidos como para que eso no pase al mundo espiritual. No podemos decir `esto sucede en el mercado pero a mí no me toca´. No, somos una unidad y lo que pasa afuera pasa adentro y viceversa. Por eso el Papa le da tanta importancia a esta educación ecológica, que pasa por tener conciencia del cuidado del planeta pero también pasa por restaurar, renovar y resucitar a una nueva calidad de vínculos sociales. No solamente educar informando sobre los desastres del cambio climático sino también fomentando y creando y arriesgando nuevos modos de vínculos y de formación de la subjetividad que no estén marcados por el individualismo y por el consumo. Es una propuesta contracorriente de la subjetividad posmoderna. Que tampoco me parece que el Papa quiera restaurar algo del pasado. No, no se trata de recuperar los valores de la Edad Media, no es esa la propuesta. Sino mirar hacia adelante con los valores sin tiempo del Evangelio y buscar nuevos caminos para la formación de los corazones y los espíritus, que tengan una lógica distinta y una mirada Evangélica.

La propuesta de Laudato Si es recuperar el sentido de lo común por sobre lo individual, algo que es fácil decir pero es un esfuerzo enorme a la hora de ponerlo en práctica. Todos estamos de acuerdo en que tenemos que cuidar la casa común, pero si eso implica sacrificar algo en pos de lo común es cuando empieza a haber dificultades. Es entonces cuando hay que poner foco en la educación: cómo formarnos nosotros primero en esta prioridad de lo común sobre lo individual. Por aquí pasa el desafío.

Respecto a la experiencia en los Hogares de Cristo, usamos la misma palabra para referirnos a la realidad económica y a las adicciones: el consumo. Económicamente el interno es lo que mueve a los mercados. Y esa misma palabra la usamos para referirnos a las drogas, al consumo que daña la vida de nuestros chicos y chicas. No es casual que el término sea el mismo, es sintomático.

El diagnóstico de el Papa es que el consumo es una manera de tapar el vacío del corazón. Esto aplica a ambos consumos: de bienes y de sustancias, que esconden detrás un grito que tiene que ver con el sinsentido, la soledad y la muerte. El consumo se disfraza de salvación y de salida del vacío existencial.

En los Hogares de Cristo las experiencias de salvación comunitaria tienen que ver con la salvación verdadera, no con la ilusión de salvación que nos ofrecen los consumos, sino con poner en primer lugar lo común como algo que me libera de mí mismo, de mi encierro e individualismo.

En los Hogares lentamente los chicos y chicas van descubriendo el valor de lo común. Los que se percibían aislados, pedidos y sin vínculos y luchando solos contra el mundo, en los Hogares han vuelto a tejer vínculos sociales, pudieron dejar sus apodos para recuperar sus nombres. Me viene a la memoria tantos que no sabíamos cómo se llamaban hasta que hubo que hacerles el documento y dejamos de decirles “Chino” o “Negro”, para empezar a llamarlos por su nombre. 

Esto es una manera también de tener un lugar en la sociedad, de pasar de esa soledad y marginalidad a formar parte de algo más grande. Y es entonces cuando vemos experiencias de resurrección. Luego de darse una ducha, de ser tratados bien, empiezan un camino de resurrección.

Resurrección y salvación los uso como sinónimos. Pero no es la resurrección solo de un muerto que vuelve a vivir, sino en el sentido de nacer a una vida nueva. Ahí está el desafío. Si la resurrección es solamente volver a vivir para volver a tener mis criterios individualistas, para pensar que no sirvo para nada, para seguir apostando al consumo, esa resurrección es un callejón sin salida. El desafío es volver a vivir una vida nueva, con nuevos valores. Y los Hogares de Cristo ofrecen nuevos horizontes de vida con los talleres de capacitación con salida laboral. 

Tengo el recuerdo de personas grandes recuperándose en el Hogar de Cristo que me dijeron: “nunca trabajé. No sé lo que es ir todos los días a trabajar”. Y resucitar no es volver a ser el tipo que nunca trabajó. Resucitar es ser el hombre que puede pararse sobre sus propios pies y tener la dignidad de contribuir al mundo con su trabajo. Es una nueva forma de estar en el mundo. 

La experiencia en los Hogares es comunitaria porque nadie se salva solo. Nos salvamos cuando aparece el grupo y cuando encontramos nuestro lugar en la comunidad. La experiencia de salvación comunitaria se da cuando hay “quién” y “para quién”. La experiencia es concreta. No se puede conceptualizar. 

Una falsa premisa del mundo consumista e individualista es creer: “Yo tengo que estar bien para ayudar a los demás. Cuando esté completamente sano y haya curado mis heridas de la infancia y no tenga más apremios económicos entonces voy a poder ayudar a los demás”. Eso es: nunca. Nuestros propios chicos aún estando mal y faltandoles miles de cosas, en el hospedar al otro se van sanando. Me voy curando así todo roto como estoy mientras voy ayudando a los demás. En el Hogar de Cristo San Juan Pablo II los que salen a repartir la comida los jueves no son los chicos que están mejor, muchas veces son los que están recién empezando el camino. Y descubren que al hacerlo se van curando y sanando. Cuando empiezo a abrirme al otro empiezo a estar mejor. 

En el cuidado de la ecología de los vínculos, lo que salva en la experiencia comunitaria es la comunidad por sobre la soledad y la familia por sobre el anonimato y la marginación. La propuesta pastoral de las Tres C -Colegio, Capilla, Club- tiene mucho de esto.

Para ir cerrando, los Hogares de cristo crecieron muchísimo en el último tiempo. Descubrimos que ahí hay un gran secreto que tiene que ver con la vida y con la salvación. Con sanar nuestros vínculos sociales y con la belleza del Evangelio, que es siempre nueva y que se nos presenta a nosotros como experiencia y como desafío hacia el futuro».

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